Primero, dos relativas al lenguaje:
En el lenguaje, como en cualquier actividad humana, existe una tendencia natural a tratar de minimizar el esfuerzo invertido, lo que puede manifestarse en distintas maneras de abreviar, acortar o simplificar la forma de transmitir una misma información.
Economía linguística en Wikipedia
Inversión o trastorno del orden lógico de las ideas consistente en decir antes lo que debería decirse después.
Tomemos como ejemplo la siguiente frase:
A diseñar se aprende diseñando
Quien la escribe hace una omisión que, aunque económica, da lugar a interpretaciones. Veamos tres posibilidades:
Además, se altera el orden natural de las palabras (“diseñando se aprende a diseñar”) para hacer énfasis en el complemento “a diseñar”.
Seguramente, de este modo llamará más la atención de quien pregunte “¿cómo se aprende a diseñar?”.
Una tercera idea, ésta filosófica:
es un principio metodológico y filosófico atribuido al fraile franciscano, filósofo y lógico escolástico Guillermo de Ockham (1280–1349), según el cual:
En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable.
Cuando un amigo, prestigioso cirujano plástico (que os puedo recomendar por privado si necesitáis un retoque estético), me dijo “a operar he aprendido operando” entendí inmediatamente que el orden de las palabras y la omisión —de años de carrera, del MIR, de la residencia, de conferencias en el extranjero y de innumerables horas de observación de colegas más expertos en acción— no pretendían restar valor a la carga teórica, sino hacer hincapié en el hecho que seguro resultaba sorpresivo en el contexto de la conversación, frente a otros que se daban por supuestos.
Creer que decir “a operar se aprende operando” era “equiparar la cirujía al toreo” (pues “a torear se aprende toreando”), me habría llevado a imaginarme a mi amigo hablando de medicina codo en barra, palillo en boca.
Seguramente, habría arrancado una discusión sobre si ese esperpéntico paralelismo (que solo hubiera ocurrido en mi cabeza) tenía sentido o no.
Por suerte, mis conocimientos —adquiridos con práctica y estudio— de nuestra lengua materna y la navaja de Ockham entraron instintivamente en acción.
Me ahorré un disgusto; le ahorré un disgusto.
Para terminar, un concepto de marketing:
Publicidad comparativa o guerra publicitaria, es una publicidad en la cual un producto o servicio, menciona específicamente el nombre de un competidor para el propósito expreso de mostrar que el competidor es inferior al producto mencionado
Publicidad comparativa en Wikipedia
Con mayor o menor sutileza y elegancia, en ocasiones algunas marcas hacen esfuerzos por mostrar sus argumentos frente a los de la competencia.
Suele ocurrir sobre todo en épocas de gran competencia por el mercado, en las que la “promesa” del producto que se promociona no está aún nítidamente asumida por el público o por la propia organización.
Con el tiempo, algunas marcas encuentran su voz y consiguen prescindir de referencias al otro.
Ayer tuvimos un disgusto “tuitero” que dio lugar a este nocturno y didáctico artículo de Javier Cañada en su blog.
Comparto sus ideas (y algunas referencias) en cuanto a combinación de práctica y teoría. Han sido obvias en casi todos los entornos profesionales y formativos que me ha tocado vivir.
No otorgo al diseño y a la comunicación en torno a él la solemnidad que se sugiere. O, mejor dicho, antepongo el entendimiento a la solemnidad.